Con su muerte, la pintura veleña perdió su artista más pujante, imaginativo, conceptual y emprendedor, amén de nuestra apuesta más sólida para las vanguardias. Con pasos certeros y firmes, su obra entró en Arco; fue valorada en Barcelona y sólo le dio tiempo de enseñarla en París. Una pérdida irreparable y patrimonialmente inoportuna. De su pintura, Antonio Jiménez escribía: "Ante la obra de Jurado Lorca se podría reflexionar que su proceso creativo (atravesando los vericuetos de las modas; de lo conveniente, de las influencias, incluso de la prudencia de mantener un proyecto) se está dejando seducir preciosa y avasalladoramente por la magia de la circunstancia en que se desenvuelve. Y esto es así porque Juan, a pesar de ser un artista con recámara conceptual, es sobremanera, un hombre con entorno y con identidad. Su firme y valiente decisión de romper con sus primeras "intuiciones" en la pintura, doblegando su hedonista alma mediterránea ante el proyecto mental de entender plásticamente nuestro mundo envejecido (chatarra de la era industrial a través de la manipulación de sus restos roídos, fríos y feos, se va viendo paulatinamente, con fuerza irrefrenable, matizado y deslumbrado por el sol que nos calienta, por la suave brisa de nuestra noche mediterránea". O Rafael Perelló, crítico de arte de Palma de Mallorca: a sus dotes de gran dibujante le permiten incluir en sus obras, y en encuadre inéditos, elementos hiper reales que alcanzan visos de sobre-realidad, aunque de forma tan comedida, tan íntimamente sentida y tan sabiamente calculada que la temática parece mantenerse dentro de lo más cotidiano y natural.