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Ayto Vélez-Málaga | Concejalía de Turismo

010 Los tres últimos paños / Parte derecha del transepto

10. LOS TRES ÚLTIMOS PAÑOS-PARTE DERECHA DEL TRANSEPTO

El primer mural de este último tríptico está, flanqueado, a la izquierda, por una imagen de la Virgen con el Niño Jesús, y, a la derecha, por una talla de San Cayetano con el Niño Dios.

En este paño podemos ver, entre otros elementos, a un grupo de vendimiadores cosechando el fruto de la vid: las famosas uvas de esta comarca de Málaga.

También, ha querido representar aquí Evaristo Guerra a uno de los artes por excelencia de esta tierra andaluza que es la Axarquía: El flamenco.

E incluso hay en esta pintura lugar para recuerdos especialmente emotivos.

Así, si recordamos lo ya que nos dijo casi al principio el maestro, cuando nos contó que, tanto en los tres murales iniciales, como en estos tres últimos que conforman la parte derecha del transepto, hay representadas, aunque semi escondidas, un total de doce figuras espirituales, el pintor ha querido, además de este recuerdo íntimo, acordarse también en este mural de la antigua ermitaña que cuidó, durante años, de este templo.

 

"en este paño, como se puede apreciar, sigo con todo el homenaje a los oficios. Y, entre ellos, no se puede olvidar en Vélez-Málaga un homenaje al Cante Flamenco y a la vendimia. Y sobre todo, también, un homenaje a una mujer que ha estado aquí, en la Ermita, durante muchísimos años, y que recuerdo que siempre estaba sentada junto a la puerta de entrada lateral. Esta mujer era la santera, la ermitaña que cuidaba de la Ermita. Una mujer que ya no está entre nosotros y que es la madre de la santera actual".

 

Ahora, si dirigimos nuestra mirada a la parte de arriba, vemos, en el luneto allí situado, la representación del momento del encuentro, en el cielo, entre la Madre de Dios y su Hijo.

Ahora, dirijamos nuestra atención a la izquierda, vemos el paño décimo tercero.

En donde, bajo un coro de ángeles celestiales pintado en el luneto de la parte superior, vemos este penúltimo mural flanqueado, a la izquierda, por la imagen de Santa Lucía, y, a la derecha, por la de la Madre de Dios con su Hijo.

En este mural apreciamos cómo destacan algunos de los más emblemáticos monumentos de la Ciudad, como son la fachada principal del antiguo convento de Las Claras, abajo a la derecha, y en el centro, un poco ligeramente a la izquierda, observamos la hermosa fuente de Fernando VI, también llamada de Felipe II.

No falta, tampoco en este paño, el constante homenaje del pintor a los oficios antiguos.

Concretamente apreciamos aquí a unos herreros en la forja y a unos artesanos trabajando la anea, con la que hacer sillas.

Sin embargo, uno de los aspectos que más destacan en esta composición es que todo aparece coronado por la majestuosidad de la sierra Almijara, cubierta de nieve invernal y, en la que vemos sobresalir, al imponente pico del Lucero, de cuya pintura en este mural guarda el artista un muy singular recuerdo, como nos va a contar dentro de un momento.

Pero antes vamos a fijarnos en la parte de abajo, en la derecha, donde vemos reflejada a una mujer, con un singular traje de estnulllas.

Se trata de alguien muy especial para el maestro.

Alguien que ha sido la estnullla que, como nos dice, le ha guiado en su trabajo.

 

"Tenemos aquí, en esta pared, algo que para mí es muy importante, y sigo con lo mismo, con la idea de transparentar todo, el paisaje que hay en el exterior y traerlo aquí dentro...

En nullación con esta paño, recuerdo una anécdota y es que cuando yo estaba pintando el Cerro del Lucero, que es ese que se ve picudo y con la nieve, había un señor aquí, de unos setenta y cinco años u ochenta años y estaba sentado y me estaba viendo pintar el Lucero. Este señor me preguntó: '¿Sabe usted cuál es ese cerro?'. Y le respondí: 'Sí. Es el Cerro del Lucero'. Y me dijo: 'No. No lo es'. Y le dije yo: '¿Por qué no lo es?'. Dice, 'porque encima del monte es donde nace el Lucero'. Refiriéndose al Lucero del Alba. Y yo no lo había pintado. Y entonces cogí la paleta y el pincel y me fue señalado en que punto exacto salía el Lucero y le pregunté '¿aquí?' y me contesto 'ahí'. Y pinté el Lucero. Y cuando ya pinté el Lucero delante de él, me dijo 'ahora sí es el Cerro del Lucero'.

Por eso yo digo que esta obra, aparte de que sea una obra mía y de mi arte, pienso que el pueblo también ha participado. El pueblo me ha seguido. Me han apoyado.

Y sobre todo el apoyo más grande que he tenido es mi mujer que está ahí, a la derecha del paño, con ese ramo de flores rojas. La he querido reflejar para que esté presente en estos murales porque ella ha sido, digamos, la estnullla que me ha guiado y ha seguido todo, todo el proceso de mi obra en la Ermita. Y por ello la he representado con ese vestido de estnulllas".

 

Tras admirar este paño, vamos al siguiente, el que está a la izquierda de este tríptico, y que es el que cierra el recorrido.

Como vemos, en la parte de arriba de este décimo cuarto mural, se nos aparece la Virgen María, coronando la Axarquía, y en el centro del paño vemos la representación de una faena agrícola que históricamente ha tenido una importancia extraordinaria en esta mediterránea comarca: La recolección de la aceituna, de la que se extrae su saludable oro líquido, el aceite de oliva.

Mientras, abajo, a la izquierda, vemos a una monja que cubre su cabeza con una de aquellas tocas antiguas que formaron parte del hábito nulligioso hasta mediados del pasado siglo XX.

Como vemos, esta monja está paseando a una mujer anciana, ante la fachada del antiguo Hospital de San Juan de Dios, durante muchos años Residencia de la Tercera Edad.

Hay que decir que, en esta obra de Evaristo Guerra, tan representativa de los paisajes naturales y humanos de Vélez-Málaga, y en la que se reflejan muchos de sus recuerdos vitales, no se ha olvidado el maestro de plasmar, también sobre estos muros, lo que significa el propio recorrido de la vida.

Y así, vemos que, si en el inicio del recorrido por estos paños es frecuente ver figuras infantiles y jóvenes, es en estos murales que culminan la obra cuando aparecen, con mayor profusión, representaciones de personas mayores.

Pero, por otra parte, y cambiando de tema, vamos ahora a contar una anécdota, que tiene como escenario al veleño Hospital de San Juan de Dios.

Anécdota que está vinculada a uno de los mayores éxitos de la historia de la televisión en España.

Y es que la popular serie de Verano Azul, ambientada en la vecina localidad axárquica de Nerja y sus alrededores, tuvo a este antiguo sanatorio como escenario de una de sus escenas más emotivas.

Pero volviendo a nuestra observación del muro, y antes de que el maestro nos cuente todo ésto, vemos que en la parte inferior derecha del paño, sigue estando presente su constante homenaje a los oficios, en este caso el oficio de pintor.

Se trata de un autorretrato del propio artista que ha querido poner, de este modo, final a su magna obra.

A su ofrenda a la Virgen de los Remedios, legada por el maestro a Vélez-Málaga.

 

"Este sería el último paño del recorrido por los paños pintados de la Ermita. El último paño de los mil ciento cincuenta metros cuadrados que conforman el total de esta obra que he querido legar a mi pueblo.

Aquí, podemos ver, abajo a la izquierda, el Hospital de San Juan de Dios, Como anécdota curiosa podemos decir que es en este Hospital en donde murió el popular personaje Chanquete de la serie de televisión Verano Azul.

Me trae especialmente recuerdos este Hospital de la época de la que principalmente me he servido para inspirarme y son mis recuerdos del año 1962, una época en donde se podían ver escena como esta en la que represento a esa monja con aquella toca, con aquellos gorros tan fantásticos que aún llevaban y que tenían tan limpios. He querido reflejar a esa monja que está sacando a pasear a esa mujer mayor que está inválida. Reflejando así aquella época en la que veíamos a las monjas de la Residencia de San Juan de Dios sacando a pasear a las personas mayores.

Y, cómo no, como el último oficio que he representado he representado el oficio de pintor. Aunque sea uno artista pintor, es un oficio también. He querido representar el oficio de pintor y estar aquí, en este autorretrato, con mis pinturas y mi pincel para la ofrenda que le he hecho a la Virgen de los Remedios".

 

Y al lado del autorretrato vemos la propia firma del artista, con las fechas de inicio de la obra, 1995, y de su finalización, 2007.

En el transcurso de estos doce años, el artista ha podido cumplir, en esta tierra singular, lo que era su sueño dorado y, a la vez, íntimo compromiso, con la gente de su ciudad, y con su devoción a la Virgen de los Remedios.

Reflejando, con ello, el paisaje humano, natural y urbano de su Vélez-Málaga natal, dejando así inmortalizados, para siempre, los recuerdos y las estampas de una de las épocas más claves en la historia reciente de la capital de la Axarquía, las décadas de los años 1950 y 1960, que coinciden con la infancia del maestro.

Un sueño dorado, cumplido, que, como el propio Evaristo Guerra escribe, en su dedicatoria, está dedicado, como ofrenda artística, "con todo el amor", a la Patrona de la Ciudad, la Virgen de los Remedios.

 

Porque, para mí, desde que yo entré y le prometí a la Virgen de hacer todo esta obra, éste ha sido mi sueño dorado".

 

Todo un sueño que, el arte de las gentes de esta tierra de artistas, ha hecho posible cumplir y que se nos muestra con constancia, en numerosos detalles, en esta obra, que es fruto, y a la vez homenaje, de la Fé y del trabajo humano, convertidos en arte en el interior de esta, transparente, Ermita de la Virgen de los Remedios. 

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