Los años de la autarquía franquista lo convirtieron en un precoz y auténtico ídolo de Vélez en los años 50/60. Simpático, querido y admirado, compartiendo cartel con Remeditos Olivares, Isabelita Cano, Aoño, Eugenio Morales o Joaquín o su hermano Salvador; en aquel viejo Teatro del Carmen o en Los Mayorales como solista, o con la Orquesta Bellamar; en Torre del Mar o en Madrid, en Bruselas o Nueva York, fue y es el auténtico emperador de nuestro cuplé. No hay más que acercarse al personalísimo santuario de este intérprete de la copla que, después de su experiencia en Madrid, regenta frente al novísimo Teatro del Carmen. En definitiva, un artista como la copa de un pino que, por donde pasó o estuvo, siempre sembró de simpatía y agrado la peculiar atmósfera que en su entorno suele conformarse. En su estancia en Nueva Orleans recibió una de las llaves de la jazzística ciudad.