Filósofa. Esta veleña universal, ya para los restos descansará entre nosotros. Si su vida fue un machadiano caminar, a veces apasionante (pensar y discutir con las más reconocidas mentes de su tiempo, Ortega, Morente, Besteiro, Maraval, Zubiri, etc.), otras, dolorido, como a lo largo de ese peripatético exilio republicano (Hispanoamérica, Italia, Ginebra, etc.) en el que nuestra paisana arrastra el permanente sentimiento trágico de su testimonio vivo, severo, aunque siempre frágil, del patético fratricidio español. Forzados a cuatro palabras, podríamos verla así: entre Ortega y el dolor, la apoteosis de la razón poética. En este trance hacia el tercer milenio, su asalto al imperio de la razón instaurado por Platón hace la friolera de veinticinco siglos, está resultando como agua de mayo para los resistentes del humanismo, en estos rabiosos tiempos globalizadores. Numerosos los premios concedidos a su obra, vigente su pensamiento en los foros actuales, es Doctora Honoris Causa por la U.M.A., "Ajárquica de Honor" e "Hija Predilecta de Vélez-Málaga".
La fundación veleña que lleva su nombre y el quinteto de sus expertos (el malagueño Ortega, el madrileño Sanz, la catalana Revilla, el cordobés Cerezo y el veneciano Chiacciari) forman la mejor delantera del pensamiento zambraniano para atacar el siglo XXI. Flanqueada por el poeta Salvador Rueda y el cantaor Juan Breva, en una serigrafía memorable del pintor Eugenio Chicano, promovida y editada por Antonio Jiménez fue en su día, un hito para la recuperación popular de su paisanaje con su tierra.